3 Domingo de Pascua

Homilías de cuatro minutos

Paz

Los apóstoles se encontraban encerrados en el cenáculo por miedo a los judíos. Pensaban que después de ajusticiar a su líder, ahora irían a por ellos. Aunque había noticias de su resurrección, estaban todos juntos asustados, sin saber que hacer. Nosotros también tenemos miedo al futuro, de lo que pueda pasar, inseguros, temerosos de fallar, de no alcanzar nuestras metas. Centrados en nosotros mismos, nos encerramos como en una ostra, ansiosos y paralizados. Jesús atravesando las paredes se presenta en medio de ellos con su cuerpo glorioso. Él puede romper los muros que hemos construido para defendernos, si le dejamos entrar. Tiene el poder de romper cualquier pared, aunque parezca imposible. Él es el único que nos puede liberar de lo que nos ata aquí abajo.

Al llegar Jesús dice: La paz esté con vosotros. Shalom. Quedaros en paz. Sin paz no podemos rezar, no podemos servir a Dios. Cuando estamos preocupados, cuando hay algo que ocupa nuestra mente, no podemos conectar con Dios, no podemos escuchar su voz. Cuando estamos enfadados, nos cuesta ver a Dios como padre. Cuando nos damos cuenta de que hemos perdido el control, debemos volver a Jesús para que pueda decirnos lo mismo: La paz sea contigo.

San Juan XXIII escribió el decálogo de la serenidad. Comienza cada uno de ellos con las palabras: solo por hoy trataré. Es un buen recuerdo de lo importante que es el presente. No te preocupes por el pasado: lo hemos confesado. No te inquietes por el futuro: está en manos de Dios. Piensa solo en el día de hoy. Los niños son los únicos que saben vivir en el presente. Los jóvenes miran al futuro; los viejos al pasado. Para Dios solo existe el presente.

San Juan XXIII dice que cuando fue elegido Papa, al principio no podía dormir pensando en los problemas de la Iglesia. Una noche recibió una inspiración interior: ¿Quién gobierna la Iglesia? ¿Tu o el Espíritu Santo? Desde entonces durmió muy bien, tanto que cuando hacía la siesta tenía que poner el despertador. Si nos cuidamos de las cosas de Dios, él cuidará de las nuestras. No podemos olvidar que todas las cosas están delante de sus ojos.

Los santos ponen toda su atención en lo que hacen en cada momento, aplicando su mente al cien por cien a cada tarea. Cuando te encontrabas en presencia de Juan Pablo II parecía que el tiempo se había detenido, y podías tardar media hora en contar los segundos que estuviste con él. Este tiempo de Pascua podemos contemplar a Jesús como el Cristo resucitado, que viene a nosotros con alegría y mansedumbre, diciéndonos que estemos tranquilos. Hace unos años se puso de moda la estatua de San José durmiendo. Es un buen ejemplo para nosotros. Mientras dormía, un ángel le decía lo que tenía que hacer. Dios nos dirá lo que tenemos que hacer cuando nos haga falta. Nos gustaría saber el futuro, pero no está nuestras manos, pues somos seres temporales. Se paciente y espera a que Dios te lo revele a su tiempo.

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